Paseo del Chorro y Lavaderos

Paseo del Chorro y Lavaderos

Lugar de unas terrazas muy amplias y pintorescas.


E El Paseo del Chorro es muy importante en la historia de San Miguel de Allende, ya que fue aquí donde al encontrar agua, se detonó el crecimiento de la ciudad. De acuerdo a datos históricos, el manantial fue descubierto por el Fraile Juan de San Miguel y aquí se fundó la ciudad.

Construido alrededor de una de las calles más tortuosas y de mayor antigüedad de San Miguel de Allende, este tranquilo parque sube hasta el manantial natural, donde también hay una capilla primitiva, el cual funciona como una iglesa hoy en día. Según la leyenda, la capilla ofreció la primera ceremonia cristiana en San Miguel de Allende.

Además, existen unos baños del siglo XVIII ubicados a las faldas de la subida. Se conocen como Los Lavaderos, donde la gente lavaba su ropa con el "chorro" de agua, lo que le dió el nombre al lugar.

Un poco de Historia

Paseo del Chorro es uno de los sitios históricos más importantes y emblemáticos de la ciudad. Se relaciona a las 2 fundaciones hispánicas de San Miguel entre 1542 – 1548 y 1555 – 1561, durante el proceso de conquista y colonización de los territorios del norte novohispano. En 1542, el franciscano Fray Juan de San Miguel fundó el pueblo de indios de San Miguel de los Chichimecas, en un paraje ubicado a un cuarto de legua (un poco más de 1 km) hacia el poniente del actual San Miguel, congregándose en él chichimecas pacificados (guamares y guachichiles), otomíes, tarascos y mexicanos. Posteriormente, alrededor de 1548, el pueblo se trasladó a este baluarte natural denominado Izcuinapan; protegido por una pedregosa ladera y alimentado por las aguas y los recursos naturales del Monte que huma o Moctezuma, particularmente del preciado caudal del Chorro o Chorrillo. Años más tarde, la existencia de San Miguel de los Chichimecas fue uno de los principales referentes para fundar en 1555 a la villa española de San Miguel el Grande. A partir de este momento, funcionaron como 2 realidades distintas, pero contemporáneas en su tiempo, geografía e interrelacionadas en la vida política y cotidiana. Con el paso del tiempo, el pueblo avecindado en el Chorro se integró a la villa de San Miguel como uno de sus barrios más antiguos y tradicionales.

Reconocido como el barrio del Chorro, tuvo por sus primeros moradores a los avecindados y descendientes del pueblo de San Miguel de los Chichimecas. Hacia el siglo XVIII se le refiere como un espacio multiétnico, habitado mayoritariamente por indígenas, además de españoles, mulatos, mestizos y otras castas, quienes se dedicaban a los oficios de albañiles, zapateros, coheteros, sombrereros, pajes, trapicheros, hiladores, talabarteros, tejedores, ladrilleros, silleros, pasamaneros, reboceros y hortelanos, entre otros.

La traza de este sitio y la de sus alrededores la cubrían cerca de 244 casas, habitadas por más de 2,000 personas a mediados del siglo XVIII. Quienes vivían en las cercanías era el punto de paso obligado de los vecinos de la antigua calle del Hospital, El Rosal, El Recreo, La Entrada de la Cruz de Cantera, La Garita de Nuestra Señora de Guadalupe, El Callejón de los Reboceros, La Cañada de los Aguacates, y los barrios del Ojo de Agua, Guadiana, La Nopalera, El Cardo de Don Melchor, El Barrio de Canal, El Valle del Maíz y San Antonio de la Casa Colorada.

El Chorro y sus inmediaciones formaban un amplio y hermoso paisaje de huertas, que las familias de San Miguel tenían por paseo vespertino y dominical. La asistencia al sitio incrementó, cuando en la década de 1750, fue construida una caja de agua y unos baños públicos a expensas de los recursos de la villa y de la familia de la Canal. En 1802, Felipe González invirtió más de 18,000 pesos a nombre del Ayuntamiento, para mejorar el sistema hidráulico que permitía el abastecimiento del preciado líquido hasta la traza principal de la villa. Durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX, el suministro de agua potable dependía en gran parte del Chorro. Tiempo en que una caja repartidora, red de alcantarillas y cañerías, fuentes, baños y lavaderos público beneficiaron a la población sanmiguelense, cuyos herederos aún gozamos del notable, afamado y apetecible temperamento de este lugar.


Crédito a Historiadora Graciela Cruz López