Atotonilco

Atotonilco

Atotonilco: lugar de aguas calientes


E El Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco es un templo barroco del siglo XVIII situado a 14 kilómetros de San Miguel de Allende. Es Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Santuario y Casa de Ejercicios de Jesús Nazareno de Atotonilco

Atotonilco proviene de la palabra náhuatl atotonilli – agua caliente – co – partícula locativa, traducida entonces como "en las aguas calientes o termales", de la cual hace referencia el Códice Mendoza o Mendocino, a través de un jeroglífico representado por una marmita de barro cocido, posada sobre 1 tenamaxtle o brasero rebosante de agua hirviendo.

Con este nombre se alude a un sitio privilegiado por una multitud de ojos de agua caliente, cuya fama llegará a la posteridad por los asentamientos humanos dispuestos en sus alrededores, por las propiedades medicinales y el carácter ritual que les fue otorgado desde los tiempos prehispánicos. Tiempo más tarde, por ser el sitio ideal señalado por un designio divino, para la fundación del Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco.

Durante el proceso de conquista y colonización de la frontera norte de la Nueva España, el sitio de Atotonilco fue mercedado en varias dotaciones de tierras, para dedicarse a las labores 2 agrícolas y prioritariamente a la crianza de ganado menor. Tal es el caso del sitio de estancia de ganado menor concedido a Tomás de Espinosa en 1560, "en tierras comprendidas dentro de la demarcación de los vecinos españoles de la villa de San Miguel el Grande", junto a una caballería de tierra, situada abajo de donde se conocía como Atotonilco, en la ribera del río San Miguel o de La Laja y en las cercanías del Camino Real de Tierra Adentro.

Un siglo más tarde, antes del año de 1740, la labor de Atotonilco fue propiedad de don Ignacio García, hasta que Luis Felipe Neri de Alfaro logró reunir de su patrimonio y de los donativos de los fieles de la villa de San Miguel el Grande, los 20,000 pesos de oro común que necesitaba para adquirir estas tierras. Las que colindaban con la hacienda de Rancho Viejo y los sitios de matanza de ganado ubicados en los parajes de Montecillo de la Milpa y Montecillo de Nieto; guardando además una posición estratégica respecto al Camino Real de Tierra Adentro, que permitió en los años siguientes una importante 4 afluencia de caminantes, ejercitantes y peregrinos.

Con el paso de los años, Alfaro formó una hacienda que comprendía 44 caballerías de tierra, para cuyo beneficio se construyó una presa de 500 varas de longitud, que tuvo por costo 12,000 pesos. Posteriormente instaló un molino de harina, en el que invirtió cerca de 20,000 pesos, además de una huerta en la que se cosechaban una gran variedad de flores y frutos y a muy corta distancia una viña de generosas cepas. El tamaño y producción de la hacienda permitió que Alfaro pudiese censarla o hipotecarla, para que de sus réditos se sustentaran una parte de las obras arquitectónicas y necesidades del Santuario y la Casa de Ejercicios de Atotonilco.

En 1747, a un año de la bendición de la iglesia primitiva de Atotonilco, según un padrón realizado por el curato de la villa de San Miguel, en los contornos del recinto religioso se encontraban avecindadas 4 familias con 33 personas. Entre las décadas de 1750 y 1770, según los registros que entregó el diezmatorio del curato de San Miguel el Grande al Obispado de Valladolid, las labores agrícolas y sitios de ganado que pertenecían a los españoles e indios asentados en las cercanías del Santuario de Atotonilco, diezmaban cantidades importantes de maíz, frjol, trigo, lana, becerros y borregos. Finalmente el padrón militar realizado en la jurisdicción de la villa de San Miguel el Grande en 1792 reconoce a la hacienda de Atotonilco como propiedad del Santuario y Casa de Ejercicios, lo que indica hasta este momento, que lo substancial del testamento que dictó Alfaro el 21 de febrero de 1753 con los sucesivos codicilos de 1757, 1759, 1760, 1770 y 1776, añadidos a su memoria testamentaria, fueron respetados en asegurar la propiedad del Santuario, Capillas, Casa de Ejercicios y posesiones anexas, a favor del culto de Jesús Nazareno.

Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco: La Jerusalén Indiana

El Santuario de Atotonilco es la obra excelsa, la más fina, acabada y compleja, la aureola del proyecto pietista y mesiánico de Luis Felipe Neri de Alfaro, el que inició en la villa de San Miguel el Grande y culminó en Atotonilco, trazando un puente entre ambas realidades históricas, que se volvieron afines, recíprocas y complementarias, para permanecer así, hasta la posteridad.

En Atotonilco, Alfaro llegó a la plenitud de su vida, para desbordar su espiritualidad interior en 2 magníficas exteriorizaciones: Jesús Nazareno, su modelo, puesto al vivo en un místico santuario, a cuya sombra impresionaba el propio Alfaro al pueblo con un ascetismo nunca visto en la región; y la Casa de Ejercicios, cuyas puertas abrió para todos los que quisieran seguir de cerca, verdaderamente y con voluntad a su Divino Maestro.

Desde 1735, por enmienda, orden y voluntad de la congregación filipense de San Miguel, Luis Felipe Neri de Alfaro acudía de manera regular a la labor de Atotonilco, distante de la villa de San Miguel dos leguas y media, con el fin de realizar los compromisos de su ministerio sacerdotal, al que se dedicó en cuerpo y alma a pesar de su quebrantada salud que lo obligaba a quedarse en este sitio algunos días más.

Para llegar a este lugar, Alfaro tenía que dirigirse al noroeste de la villa de San Miguel, donde a la orilla de un arroyo, tomaba el camino real que conducía al pueblo de Nuestra Señora de los Dolores; desde este punto iniciaba una larga travesía en la que el paisaje estaba formado por arroyos, sendas solitarias y cerros ásperos. Las terras pedregosas, cenizas y el paisaje desolado que caracterizaba al sitio de Atotonilco se presentaron entonces ante Alfaro con una similitud excepcional a los santos lugares de Jerusalén en que Cristo celebró la última cena y sufrió su Pasión, de aquí a que fuese el sitio ideal para fundar su centro de penitencia y meditación, donde un ejército de fieles reunidos entorno a las Santas Escuelas de Cristo pudiesen tener un ejercicio seguro.

La primera piedra que se colocó el 3 de mayo de 1740, culminó en la bendición que se hizo el 19 de julio de 1748 de la iglesia principal del santuario, a instancias del obispo Martín de Elizacoechea, colocándose en el altar mayor a la venerable imagen de Jesús Nazareno, a lo que siguieron varias etapas constructivas en las que el español queretano Miguel Antonio Martínez de Pocasangre, vecino de San Miguel el Grande desde 1752, intervino pictóricamente con un extraordinario estilo monumental ejecutado en temple con cola sobre aplanado.

A la sacristía vieja, la sala del padre Alfaro, la torre y el edificio central del santuario, cuya nave se alargó tiempo después en 2 tramos, se integraron entre 1748 y 1759 las capillas del Santo Sepulcro, Belén, el Santo Cenáculo, la Soledad y Loreto, así como la celda del padre Alfaro. En 1766 la capilla del Rosario, 10 años más tarde la capilla del Calvario y en 1785, la sacristía nueva.

La santa casa de ejercicios espirituales, parte esencial y complementaria del proyecto de Jesús Nazareno de Atotonilco, reconocida como una de las más grandes y antiguas del mundo, abrió sus puertas en julio de 1765 cuando se celebraba la novena de Jesús Nazareno, desde este momento sus corredores se han dedicado a las intensas prácticas ignacianas de penitencia y oración, cuya herencia ha permanecido vigente en varias generaciones que la han vivido por más de 240 años.

El proyecto de Atotonilco dio por resultado un trabajo artístico en el que la arquitectura, la pintura, la escultura, la literatura poética, el rito y la devoción se conjugaron con extraordinaria intensidad. Sin embargo, ha sido en la historia algo más que un monumento excepcional por sus atributos artísticos, al constituir el eje de un fenómeno cultural de particular importancia que engloba y expresa la ideología, las cualidades sociales, los modos de vida y los sentimientos de la región en la que se encuentra enclavado desde hace más de 2 siglos.

En consecuencia, por su proyección, puede considerarse como uno de los casos más excepcionales y mejor logrados del barroco latinoamericano al existir una clara coherencia entre su concepción espacial y formal, su discurso dogmático, el rito y la devoción popular. Entre las verdades religiosas que pregona, los actos que plantea como consecuencias necesarias de la fe y su lenguaje formal, que expresa una visión compleja de la existencia humana y el universo:

...el barroco de Atotonilco es sui generis; posee una espiritualidad inusitada y una enorme carga simbólico–trascendental. Su discurso dista mucho de las más o menos ingenuas obras regionales...

El Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco pervive en la memoria histórica como uno de los más hermosos de todo el Nuevo Mundo, como aquella fortaleza levantada sobre la tierra contra el poder de las huestes infernales. Por ser la concha de la mejor perla, María y el terreno donde se muestra el tesoro divino de los cielos, Jesús. Por considerarse en su época como la octava maravilla del Obispado de Michoacán y ser por excelencia el binomio simbólico de los Santos Lugares.


Crédito a Historiadora Graciela Cruz López